martes, 23 de agosto de 2016

La explosión que devastó la ciudad

En la historia de Cádiz hay tres fechas luctuosas que la han marcado profundamente: el saqueo anglo-holandés de 1.596, el maremoto de 1.755 y la explosión de 1.947, con un trágico balance en todas ellas de muerte y destrucción.
Minas antisubmarinas que no llegaron a explosionar
El pasado 18 de agosto se conmemoraba este último acontecimiento con motivo de su aniversario. A las diez menos cuarto de la noche del lunes 18 de agosto de 1.947 una enorme explosión alteraba trágicamente la vida de la ciudad, sumiéndola en la confusión y el caos. Al principio, se desconocía qué la había provocado, pero pronto se supo que había estallado un depósito de minas antisubmarinas y cargas de profundidad, procedentes de la Guerra Civil Española, depositadas en un almacén de la Armada de la Base de Defensas Submarinas, situada en el barrio de San Severiano. Este barrio, la barriada España, Bahía Blanca, los astilleros y una gran parte de extramuros habían quedado arrasados, entre ellos edificios importantes como la Casa Cuna, donde murieron un gran número de niños, y el Sanatorio Madre de Dios. Afortunadamente, el casco antiguo pudo salvarse gracias a las murallas de Puertas de Tierra, que contuvo la onda expansiva, aunque también sufrió importantes desperfectos en puertas y ventanas de muchos edificios, como las de la Catedral, que fueron arrancadas, y caída de cascotes. El suministro de agua y electricidad quedó cortado, así como las líneas telefónicas y la vía férrea. La rápida actuación del capitán de corbeta Pascual Pery Junquera y un grupo de marineros, que lograron sofocar el fuego en la zona, pudo evitar una segunda explosión en un almacén contiguo donde había depositadas más bombas, ante cuya posibilidad muchos gaditanos se refugiaron en la playa como lugar más seguro.
Los heridos fueron trasladados a hospitales de Cádiz, San Fernando y Jerez y pronto empezaron a llegar los primeros auxilios procedentes de la provincia, así como de otros lugares de Andalucía. La explosión fue de tal calibre que el fogonazo y posterior columna de humo pudo verse, incluso, desde lugares tan alejados como Ceuta, Sevilla o Huelva.
Imagen del estado en que quedó el barrio de San Severiano, el
más afectado por la explosión
Las causas de la explosión siempre han estado rodeadas de polémica. Se habló del mal estado de las minas y del intenso calor de esa jornada, pero a día de hoy no se sabe con certeza si fue un accidente, un sabotaje o un atentado terrorista. Sí hubo una clara responsabilidad por parte de las autoridades, al permitir la existencia de esa gran cantidad de explosivos almacenados en una zona urbana durante varios años, en vez de haberlo trasladado a una zona despoblada, como habría sido lo lógico, con el peligro para la población que ello representaba, pero no se llegaron a depurar responsabilidades, aunque algunos mandos de la Armada ya habían alertado de los riesgos.
Oficialmente, el número de víctimas fueron de 155 muertos y más de cinco mil heridos, aunque es de suponer que, dada la magnitud del siniestro, con barrios enteros devastados, los fallecidos fueran muchos más. Este hecho, lógicamente, no favorecía la imagen del gobierno de Franco y de España, en una época difícil para el país como era la postguerra, de penuria económica y aislamiento internacional, por lo que se trataría de minimizar, en lo posible, el número de personas fallecidas. La prensa nacional e internacional se hizo amplio eco de la noticia. Pero varios días después, la muerte de Manolete en la plaza de toros de Linares desviaría la atención pública de la catástrofe de Cádiz, haciéndola olvidar, prácticamente, en el resto de España.
En la plaza de San Severiano, frente al Instituto Hidrográfico, se levanta desde hace algunos años un monolito en recuerdo de las víctimas de la explosión.

Vista aérea de la zona afectada
Otra imagen tras la explosión



Monolito en recuerdo de las víctimas de la explosión,
a escasa distancia del lugar donde tuvo lugar la misma

martes, 16 de agosto de 2016

Otra celebración para la historia: las barbacoas del Trofeo

Últimas barbacoas del Trofeo
Como ya ocurriera en su día con otras celebraciones del pasado siglo, como la Velada de los Ángeles, fiesta veraniega de Cádiz, las carreras de motos o de caballos que tenían lugar en la playa Victoria, las corridas en la antigua plaza de toros, los festivales de verano del Teatro José Mª Pemán o el festival aéreo en la misma playa, todas las cuales terminaron por causas diversas por desaparecer, este fin de semana se ponía punto y final a una celebración que, desde los años ochenta, había dado un carácter multitudinario al acontecimiento deportivo del Trofeo Carranza.
Las barbacoas del Trofeo eran la fiesta por excelencia del verano gaditano, aunque solo durase una noche, poniendo un broche lúdico y festivo al considerado tradicionalmente Trofeo de Trofeos, un tanto devaluado, dicho sea de paso, en los últimos años, quizá debido al propio declive del equipo cadista, perdido varias temporadas en la Segunda B. Una barbacoa que, en sus mejores años, llegaba a congregar en las playas a cientos de miles de personas entre gaditanos y visitantes, hecho que le valió figurar en el Libro Guiness de Records, como la mayor barbacoa del mundo, algo realmente digno de ver por su gran ambiente, con familias enteras o grupos de amigos alrededor del fuego de las numerosas barbacoas, mientras que el humo y el olor a carne o pescado asados impregnaba todo el paseo marítimo, y en la que también se manifestaba la originalidad propia de los gaditanos a la hora de preparar su parcela de playa, en la que, incluso, no llegaba a faltar algún que otro mueble.
Pero las toneladas de basura acumulada, retirada eficientemente por los servicios de limpieza al final de las mismas, y el deterioro medioambiental de la playa por tan enorme concentración de personas, fueron acotando cada vez más el espacio permitido para las barbacoas, hasta dejarlo en su mínima expresión de este sábado, convirtiéndose así en el epílogo de esta celebración arraigada en la ciudad, otra más que ya forma parte de la historia de Cádiz.
 
Vista general de la playa Victoria en una de las barbacoas de los últimos años